¿La ansiedad se produce porque el cerebro interpreta la existencia de un peligro vital?

Sí, precisamente es la emoción de la supervivencia.

Siempre que se interpreta la existencia de una amenaza para la supervivencia, como ya se ha dicho en la respuesta anterior, el estado ansioso comienza a emerger de manera automática. El problema reside en que la interpretación de que algo es peligroso no quiere decir que en realidad lo sea o que lo que imaginemos constituya equivocadamente una especie de problema transcendente; es más, muchas veces la reacción ansiosa surge incluso cuando nos hallamos en situaciones tranquilas y relajadas. La inexistencia de estímulos dolorosos hace que los disparos ansiosos se entiendan como «reacciones en el vacío», es decir, «descargas ansiosas virtuales», pero en todo caso siempre se trata de «errores emocionales». Es algo así como si nuestros sistemas de detección de peligros se hipersensibilizaran y nos engañaran por exceso de celo.

Como he ido comentando, la ansiedad es una herramienta de eficacia comprobada a lo largo de la historia evolutiva de las especies, también de la humana, ya que ha permitido percibir estados amenazadores mucho antes de que el cerebro consciente lo hiciera en realidad. En este sentido, es fantástico poder defendernos de peligros «por intuición», antes de hacerlo «por reflexión», pues así se gana un tiempo, aunque sean milisegundos, que es esencial para la supervivencia. El problema se produce cuando hablamos de una ansiedad patológica en la que no sólo no existe un peligro físico, sino que muchas veces la persona ni siquiera puede designarlo. Esto hace que la reacción de inmediata agitación se construya sobre una mala interpretación de la realidad; se trata, por tanto, de una reacción en el vacío, pues nos agitamos y nos descontrolamos sobre la nada.

Este estado de alteración provocado por la ansiedad, como en el fondo tiene la validez de estar «defendiéndonos la vida», es tan contundente y excesivo que limita por completo nuestro estado libre y equilibrado, y responde a una situación inexistente con psicosomática, pensamientos, sentimientos y conductas fuera de toda lógica y previsión. Es como si una instancia mental superior jerarquizara la ansiedad por encima del resto de las emociones y todo el organismo se dispusiera a llevar a cabo una dura lucha sobre la amenaza intuida, en la que sólo vale ser eficaz pues está en juego la supervivencia.

La percepción de estar desarrollando una reacción automatizada, muy intensa, desbocada, etc., hace pensar que se está ante algo que escapa del propio control, pero también ante una amenaza irreal, de ahí que se nos pase por la cabeza que «nos estamos volviendo locos», «nos morimos, estamos perdiendo el control» o que «algo malo y terrible nos sucede». En realidad, lo que pasa es que el cerebro lógico no entiende lo que ocurre realmente, y al final asocia el malestar psicosomático a una alteración fisiológica con una tendencia irrefrenable al catastrofismo. Esta segunda cuestión es la que suele agravar y transformar en crisis un momento de agitación que no debería ir más allá de lo que sería un simple aviso psicosomático.

Como ya se ha dicho, es evidente que la persona ansiosa no corre tantos peligros vitales como sus disparos ansiosos parecen estar «señalando», pero sí es evidente que se encuentra generando lecturas hostiles de la realidad que la afectan y la secuestran.

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