¿Qué características debe tener la terapia psicológica más efectiva en los trastornos de ansiedad?
Sobre todo que se centre en conseguir un cambio en la manera de analizar la vida y que, por tanto, reorganice pensamientos y sentimientos. Dada la acción que ejerce sobre el campo mental, siempre entenderemos la necesidad de una psicoterapia (no de una terapia ni de un tratamiento).
Dada la importancia que la psicoterapia tiene para el cambio personal, es decir, plantearse como objetivo el poder desarrollar un espacio interno y técnico de trabajo psíquico que se basa en el cambio o la reestructuración de las ideas y los pensamientos escasamente adaptativos, es imprescindible que el psicoterapeuta pueda conocer a la persona de manera rigurosa y profunda, especialmente en lo que respecta a su percepción del mundo, analizando con rigor su producción mental y detectando las distorsiones cognitivas que emplea. Este planteamiento implica un diálogo a dos bandas: por una parte, el que tendría como interlocutor al cerebro cortical (voluntario, consciente y reflexivo) y, por otra, y especialmente, el que contactaría con el cerebro límbico (involuntario, inconsciente y emocional), pues es precisamente éste el que se encuentra condicionado y repleto de aprendizajes erróneos. La incidencia sobre este último campo hace que sea la producción emocional la que verdaderamente deba modificarse, normalizar y objetivar. Siguiendo este hilo argumental, tanto las técnicas de relajación como la hipnosis se convierten en procedimientos esenciales para el trabajo sobre el inconsciente y, por ello, son instrumentos básicos que deberían considerarse siempre, puesto que la mente interna es difícilmente declarativa.
Sin embargo, todo debe partir de una exploración de la persona y de su reacción psicosomática (qué le sucede, cuándo, con qué frecuencia, intensidad, etc.), así como de un conocimiento lo suficientemente amplio de la influencia de la ansiedad en la propia vida y en el día a día, es decir, qué entorno protectivo se ha logrado instalar y hasta qué punto incide el problema en las rutinas personales; necesitamos, en definitiva, esa imagen global e individual que permita entender con claridad el sufrimiento subjetivo y el «micromundo» que se ha creado alrededor. En este sentido, la intervención psicológica habrá de entenderse como algo necesariamente contextualizado y que no responda en absoluto a parámetros estandarizados, pues la incomprensión de la situación individual del sujeto es uno de los errores terapéuticos más importantes que precipitan el freno al avance del tratamiento o a su renuncia. Así pues, entendemos que la personalización de la intervención psicológica es una cualidad esencial en el campo del tratamiento de la ansiedad, por lo que cada uno de los análisis, reflexiones, órdenes, consejos, etc., deberá tener en cuenta el «mundo fabricado» que, aunque objetivamente sea un cúmulo de distorsiones, desafortunadamente sí da sentido y «confianza» al individuo. Finalmente, entendemos que no existen ni trastornos ni desarrollos ansiosos estandarizados, sino que éstos están absolutamente vinculados a los aprendizajes de temor desarrollados en la infancia, así como a la simbología que personalmente se haya ido aplicando a los disparadores actuales (que son elementos claramente descriptivos de la vida habitual de la persona).
Teniendo en cuenta las dificultades que supone el hecho de explicar las ideas, las sensaciones, los sentimientos, las necesidades o la propia actitud y conducta del cuadro agitado, siempre será recomendable un estilo de psicoterapia que tenga en cuenta, en esencia, directividad e información suficiente de la persona, quien ha de poder sentirse comprendida y acogida. Esto rompe el temido aislamiento y a su vez aporta un grado de confianza básico para seguir adelante en un proceso que va a requerir grandes dosis de valentía, puesto que, en el fondo, caminamos hacia otra