¿Tendré una vida distinta tras la ansiedad?
Tendré más conocimiento de mí mismo y una valoración más profunda de los acontecimientos y de mi actitud para afrontarlos.
A menudo se habla de los cambios que se producen en la vida tras haber aparecido la ansiedad o después de haberla podido neutralizar; sin embargo, no llegamos a ponernos de acuerdo en lo que supone este cambio, pues se da un abanico amplísimo de posibilidades. Se suele decir que, en la vida de la persona, la ansiedad es un período no deseado, maligno, alterador e incluso ajeno a uno mismo, algo, por tanto, que no forma parte en absoluto de la esencia del individuo. Las personas que han arrastrado «siempre» el problema, ven la ansiedad como un efecto que hay que erradicar («quiero estar libre»), innecesario («sólo me da sufrimiento») y temido («me viene inesperadamente», «no poseo control sobre ella» o «no quiero pasar otra vez por esto»), por tanto se prefiere ser libre, y este estado de libertad se reconoce como el indicador inexcusable de sentirse bien.
Son muchas las personas que, una vez ha pasado el período ansioso, recuperan el sentido de libertad que apuntábamos y se hallan de nuevo plenamente integradas en la realidad. Sin embargo, la vida «posansiosa» es, desde luego, muy diversa: hay personas con una sensación más o menos permanente (aunque más atenuada) de «miedo al miedo», otras que «olvidan» el problema pero mantienen una cierta «desconfianza/cautela», otras que modifican amplia o levemente su ubicación «psicogeográfica» («ahora puedo moverme por más sitios»), también hay quienes asumen su limitación y reorganizan su vida en cuanto a moverse con un poco de libertad, etc. Un buen número de personas llevan siempre encima ansiolíticos («por si acaso»), otras evitan puntualmente el lugar o lo que hacían cuando tuvieron una crisis, aunque también se dan casos de todo lo contrario; es lo que ocurre, por ejemplo, con las personas que, una vez superada su ansiedad, suben a aviones como si fuera algo rutinario, de una manera exagerada, después de un activo período fóbico. Hay también quien, ante pequeñas dudas, se hablan a sí mismas en términos duros y contundentes, o quienes para determinadas cosas necesitan ir siempre acompañadas de alguna otra persona con valor protector. Otros se sienten «felices» encajados en su «pequeño mundo» y algunos, de vez en cuando, hacen una visita a su psicoterapeuta «como revisión o prevención», y así podríamos continuar con un larguísimo etcétera. Como puede comprobarse, el abanico reactivo es enorme, como también lo son las posibilidades de poder vivir con plena libertad.
A través de la experiencia clínica que me ha permitido obtener la psicoterapia, podría afirmar que existen determinados factores que determinan cómo será la vida tras la superación de la ansiedad, en el grado que se haya podido conseguir. Así, ésta puede verse condicionada por una serie de elementos básicos como son la posibilidad de mantener o no algún tipo de síntoma y la posesión de técnicas y estrategias para poder manejar los momentos de crisis (independientemente de su intensidad). El problema también puede verse influido a la larga si se dan cambios en el entorno vital y se plantean nuevos objetivos (respondiendo de forma básica al «diseño de un nuevo escenario para llevar a cabo una nueva representación»). La ansiedad también puede depender de la modificación o el mantenimiento de determinados rasgos de la propia personalidad (por ejemplo la dureza emocional, el sentido pesimista de la existencia, la creación obsesiva, etc.). En este sentido, también van a influir la confianza en uno mismo que se ha logrado, el grado de indiferencia que ahora se muestre ante la manifestación psicosomática (relativizar o «escuchar en exceso» los propios síntomas), el recuerdo aprendido de las pautas propuestas por el tratamiento llevado a cabo y, finalmente, la existencia de un nuevo planteamiento