¿Todas las «ansiedades» son iguales? ¿De qué depende su forma?

Del significado personal que se atribuya a lo que vivamos y de la fuerza y las estrategias con que lo afrontemos.

Cada proceso ansioso es personal (propio) tanto en el hecho que lo desencadena (disparador) como en la intensidad de su manifestación, duración, frecuencia y, en general, particularidades propias. Esto es así porque la ansiedad tiene siempre un carácter biográfico, a pesar de que también pueda contar con una cierta predisposición genética. Como se ha venido diciendo, es en la etapa infantil cuando el problema ansioso suele adquirirse, aprenderse y adherirse, a partir de procesos largos de adaptación inmadura al miedo, normalmente procedentes del entorno inmediato. En la vida adulta, la manifestación de la ansiedad tiene lugar según lo que se adquirió, sirvió y representó, por lo que queda claro el desarrollo personal del problema, como personales lo fueron también los estímulos y experiencias vividas.

Para explicar todo esto, he aquí una serie de argumentos tendentes a esclarecer los procesos ansiosos interpersonales o los parámetros sobre los que tienen lugar:

 

  1. Grado de intensidad de la manifestación. Aquí el abanico de posibilidades es enorme, pues por una parte observaríamos espirales ansiosas que se mueven alrededor del nivel de preocupación y, por tanto, en torno a pensamientos distorsionados que aportan incomodidad, intranquilidad, inseguridad, o incluso hipervigilancia y, por otra, existirían otros desarrollos ansiosos repletos de síntomas muy intensos, en los que pueden llegar a producirse reacciones de huida, hiperbloqueo, sensación de pérdida de control, miedo a enfermar, despliegues psicosomáticos muy agudos, etc.
  2. Momento de aparición de la ansiedad. En este punto las posiciones también se establecen en torno a dos polos opuestos: desde la posibilidad de que aparezca el problema tan sólo una vez en la vida del sujeto, a que lo haga con gran frecuencia. Este amplio abanico de posibilidades se debe a la presencia de disparadores con suficiente potencial como para lograr rescatar antiguas asociaciones valoradas como amenazantes, pero también a momentos de inseguridad, sucesos traumáticos o desadaptaciones.
  3. Cambio de forma. He aquí otro hecho diferenciador de los procesos ansiosos interpersonales; como se ha dicho, el carácter ansioso es personal y simbólico, con lo que debe quedar claro que con la ansiedad siempre nos estamos dando signos de alerta contra amenazas (virtuales). Eso haría que de un tipo concreto de manifestación ansiosa pueda pasarse a otro (a veces incluso de carácter opuesto); es lo que denominamos propagación, que no es otra cosa que la reacción protectiva que podemos ir generando ante elementos de la realidad a los que les cambiamos la simbología. El caso más evidente es la diversificación agorafóbica, en la que la conceptualización amenazante del espacio va cambiando de forma subjetiva.

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